DANIEL ALARCÓN: Esto es Radio Ambulante desde NPR. Soy Daniel Alarcón. Hoy empezamos con un viaje.
JUANITO JONSSON: Pues mira, hoy empieza mi pequeña aventura en Sudamérica y es que voy a coger un vuelo para La Paz y de ahí sigue el viaje. O sea que emocionado, muy emocionado.
ALARCÓN: Él es Johannes Jonsson, está en el aeropuerto de Lima. Es 10 de octubre de 2017 y hace unos días llegó hasta Perú desde España, donde vive. Este viaje es muy importante para él; por eso trata de registrar con su celular cada momento.
ALARCÓN: Su vuelo es de día y desde la ventanilla del avión puede ver claramente los picos nevados de la cordillera de los Andes y luego el inmenso espejo de agua del lago Titicaca. Hasta que –después de una escala en Cusco- aterriza en La Paz, Bolivia.
ALARCÓN: En el aeropuerto, Johannes toma un taxi y va directo a la terminal de autobuses. Le espera un largo viaje de más de 9 horas por carretera…
JONSSON: Pues aquí una parada en Caracollo, creo que dijeron. Espero que no se rompa el autobús aquí.
ALARCÓN: Ya es de noche cuando llega a su destino final.
Mientras va entrando a la ciudad, aún en el bus, los recuerdos vuelven rápidamente a su cabeza:
JONSSON: Ya mismo estoy en casa otra vez, por lo menos mi primera casa.
ALARCÓN: Cochabamba, su primera casa. La ciudad donde pasó su niñez y la que le dio el apodo que usaría durante toda su vida, porque a Johannes nadie le dice así. Todos lo conocen como Juanito. Así lo empezaron a llamar en Bolivia cuando llegó con tan solo seis meses desde Suecia, su país natal.
Esa noche Juanito duerme en una habitación alquilada. Al día siguiente, sale a recorrer La Cancha, un enorme mercado al aire libre donde se puede comprar todo lo que te imagines: desde alimentos básicos hasta electrodomésticos.
ALARCÓN: La escena le resulta familiar porque tiene un cuadro de este mercado colgado en la sala de su casa en España.
También va a su barrio de infancia y camina por las calles hasta que se detiene frente a una casa de dos pisos. Tiene una fachada sencilla: el techo plano y un portón color ladrillo en el frente.
JONSSON: Es la casa que construyó mi padre y donde yo crecí y viví los primeros años de mi vida, tengo tantos recuerdos… Pero todo ha cambiado alrededor, todo ha cambiado.
ALARCÓN: Antes, esta casa era una de las pocas de la cuadra pero ahora el vecindario está mucho más poblado. A un lado hay una vivienda de tres pisos y al otro un edificio alto de departamentos.
Juanito toca la puerta de la casa. Un hombre abre y él le explica por qué está ahí. En este lugar funcionan las oficinas de una empresa, pero el hombre, amablemente, lo deja entrar.
DUEÑO DE LA CASA: Él vivió aquí, sus padres construyeron esto.
ALARCÓN: Juntos la van recorriendo.
JONSSON: Aquí era mi habitación
DUEÑO DE LA CASA: ¿Eso ya había?
JONSSON: No, no me suena eso.
DUEÑO DE LA CASA: ¿Eso qué era? ¿Un balcón?
JONSSON: Sí, era un balcón…
ALARCÓN: Algunas cosas, sin embargo, aún se conservan. Los mismos pisos de madera que Juanito recordaba muy bien y un árbol de higos en el patio. Cuando caían fuertes aguaceros, él y sus hermanos aprovechaban para salir y ducharse ahí mismo.
Han pasado 38 años desde la última vez que Juanito estuvo aquí. Reencontrarse con este lugar donde había sido tan feliz era algo que siempre había añorado. Y fue maravilloso sí, pero también incompleto. Este es Juanito hoy, recordando aquel viaje que hizo hace poco más de cinco años:
JONSSON: Y yo creo que desde 2017 es cuando realmente ya empieza una necesidad de que claro, hay algo que falta. Y la que faltaba era Ana.
ALARCÓN: Ana Jiménez, la mujer que lo cuidó durante esos primeros años de su vida mientras sus padres trabajaban. Esa mujer que lo había rebautizado Juanito, a la que de niño se aferraba a sus piernas, aquella que lo había criado como a un hijo.
Ahí, parado frente a su primera casa…
JONSSON: Surgió una necesidad en mí a reencontrarme con ella, pero no entendía por qué.
ALARCÓN: Eso lo terminaría de entender un tiempo después.
ALARCÓN: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Nuestra productora Aneris Casassus nos trae la historia. Aquí Aneris…
ANERIS CASSASUS: Empecemos por el principio. Johannes –o más bien Juanito– nació el 4 de marzo de 1973 en un pueblito de Laponia, una región al norte de Suecia.
JONSSON: Es también el norte de Finlandia y el norte de Noruega. Y es donde se dice aquí donde vive Papá Noel, al lado del círculo polar.
CASSASUS: Fue el tercer hijo de Gunbritt y Ulf Jonsson, ambos evangélicos. Ella enfermera y él, pastor. Ya tenían otros dos hijos: Maud, una niña de siete años, y Peter, de dos años. Los Jonsson siempre habían soñado con viajar por el mundo siendo misioneros. El padre, desde muy joven, había pensando en África.
JONSSON: Incluso empezó a estudiar swahili, que es uno de los idiomas del centro África, el mismo idioma que sale en el Rey León. Hakuna Matata, eso es swahili.
CASSASUS: Pero después apareció otra opción: Sudamérica, más precisamente Bolivia. Nunca antes habían estado en América, ni siquiera de visita. Y apenas hablaban algo de español. Pero sí conocían a otros misioneros suecos que ya estaban viviendo allí.
Y es que desde los años ‘20 misioneros suecos del movimiento pentecostal empezaron a irse a Sudamérica, principalmente al norte de Argentina y al sur de Bolivia, para evangelizar.
Los pentecostales son una de las ramas del movimiento evangélico derivado de la Reforma Protestante iniciada por Martín Lutero hace más de 500 años. Creen que el Espíritu Santo se manifiesta en el cuerpo como una presencia: hace que las personas hablen lenguas, profeticen y curen enfermedades, entre otras cosas. Al basarse en estas creencias, se diferencia de las otras ramas cristianas. Por ejemplo, no rinden culto a los Santos ni a la Virgen María. Tampoco tienen una autoridad humana suprema como el Papa. Permiten, además, que cualquier creyente pueda convertirse en pastor. Justamente por eso, los evangélicos no fueron bien recibidos por los católicos, que los consideraban una suerte de competencia “herética”. Pero la oposición del catolicismo no los frenó. Tampoco la resistencia local de muchas comunidades. Todo lo contrario. Rápidamente empezaron a moverse por el mundo y en poco tiempo lograron presencia en distintos países.
Se estima que en el transcurso de los años, salieron alrededor de tres mil misioneros suecos al mundo: sus dos destinos principales fueron Tanzania, en África, y Bolivia.
Para 1961, la llamada Misión Sueca Libre en Bolivia ya había conseguido personería jurídica, lo cual le permitía gestionar proyectos educativos y de salud financiados principalmente por la cooperación internacional sueca. Esos aportes, junto al dinero que enviaban las distintas iglesias de Suecia, eran suficientes para solventar a toda la misión. Y eso para Bolivia, que en ese momento era uno de los países más pobres de Latinoamérica, hacía que a nivel de gobierno, la presencia de los suecos evangélicos fuera atractiva.
Los Jonsson ya habían decidido irse a Bolivia cuando Gumbritt quedó embarazada de Juanito. Aunque no estaba en los planes, eso no fue un impedimento para ellos. Cuando Juanito cumplió los seis meses decidieron concretar su proyecto.
JONSSON: Entonces mi padre lo que hizo fue vender su coche para comprar los tickets ida a Bolivia.
CASSASUS: Fue una decisión bastante drástica. Algunos familiares y amigos les decían que era una completa locura irse con un bebé tan pequeño a casi 11 mil kilómetros de distancia. En aquel momento, 1973, las comunicaciones eran más difíciles y muchos temían no saber nada más de ellos una vez que estuvieran allí. Pero eso no les parecía un problema. En septiembre de ese año, el matrimonio Jonsson y sus tres hijos volaron de Suecia a Bolivia sin saber cuándo regresarían. Dejarían su pequeño pueblo, ese que tenía un río congelado durante la mitad del año, para instalarse en Cochabamba, una ciudad a 2600 metros sobre el nivel del mar.
CASSASUS: Apenas llegaron a Cochabamba, los Jonsson se fueron a vivir junto a la familia de otros misioneros suecos que habían contactado antes de viajar y que les prestaron una casita que tenían en su terreno.
Juanito suele repetir una anécdota muy comentada en su familia.
JONSSON: Mi primer cama en Bolivia fue la misma maleta. Lo prepararon como cama. Y yo suelo hacer una broma que seguramente cuando yo lloraba mucho solamente cerraron la maleta.
CASSASUS: Por esa época alrededor de un centenar de suecos, incluyendo a los misioneros y a sus hijos, vivían en Bolivia, pero en Cochabamba se había concentrado buena parte de ellos. Se estaba formando una especie de colonia en una zona que no estaba muy poblada. Fue allí donde el padre construiría la casa a la que se mudarían menos de un año después de llegar.
Pronto los padres de Juanito comenzaron a visitar las zonas rurales. El papá viajaba mucho a los Andes junto a otros misioneros y solía ausentarse durante días. La misión contaba con una avioneta que les permitía llegar a las comunidades más inaccesibles en la montaña. La mamá formaba parte de un programa de vacunación apadrinado por una organización de ayuda social sueca. Vacunaba a niños contra el sarampión, la polio y la tuberculosis.
Las diferencias culturales no parecían ser un problema para ellos. Los Jonsson siempre habían sido de “equipaje ligero” y se adaptaban fácilmente a distintas situaciones. Tampoco el idioma fue un obstáculo. El padre de Juanito se había propuesto dar su primer sermón en español después de tres meses y lo logró.
Los hermanos de Juanito empezaron a ir a la Escuela Sueca que un año antes se había fundado allí para los hijos de los misioneros. Era también una especie de centro de coordinación para toda la misión en la zona y el lugar de los encuentros sociales. Funcionaba en una casa grande con ocho cuartos que usaban de aulas. Pero Juanito era todavía demasiado bebé para ir a la escuela.
JONSSON: Como mis padres trabajaron mucho ellos necesitaban ayuda conmigo y entonces se nos presentó a Ana.
CASSASUS: Ana, una joven boliviana de 25 años, que trabajaba en la Escuela Sueca que quedaba a tan solo dos cuadras de la primera casa de los Jonsson. Ana aceptó la oferta de trabajo y pronto se mudó con ellos.
La mamá de Juanito le había dado indicaciones claras sobre cómo cuidar al bebé: la hora exacta para darle la leche, una galleta a las 10. Pero pronto Ana se ganó la confianza absoluta de la familia y empezó también a criarlo con su propia impronta.
JONSSON: Las bolivianas llevaban los niños en como empaquetado en la espalda y así ella me llevaba a mí.
CASSASUS: Ella nunca lo llamó Johannes. Ni bien lo conoció lo comenzó a llamar Juanito y enseguida el resto de la familia también adoptó el apodo. A veces le decía “mi cholo sueco” a ese bebe de grandes ojos azules y pelo rubio, casi blanco.
Aunque las imágenes pueden ser algo difusas, Juanito todavía recuerda cómo jugaban juntos a las escondidas o cómo armaban un tren con las sillas de la casa.
JONSSON: Los recuerdos son más bien de sentimientos de seguridad, de alegría y de mucho juego.
CASSASUS: De aquellos tiempos también se acuerda de los paseos en la camioneta Land Rover de su papá en la que solían cruzar los ríos y de los festivales del agua, esos donde todos los niños del barrio hacían guerra con globos, mangueras y baldes.
JONSSON: Nunca podías ir con las ventanas bajadas del coche porque lo llenaban de agua o sea que era como que todo Cochabamba jugaban el uno con el otro. Y eso sí recuerdo mucho porque era algo fantástico para un niño.
CASSASUS: Fueron años felices en Cochabamba hasta que los papás de Juanito decidieron volver a Suecia.
JONSSON: Ellos sintieron que su tiempo ahí había acabado. Ellos nunca tenían una intención de estar ahí toda la vida.
CASSASUS: La mamá de Juanito le contó a Ana que en un tiempo tenían pensado volver a su país, pero le habló de otra familia misionera que estaba llegando a Entre Ríos, en el departamento de Tarija. Necesitaban alguien que los ayudara y los guiara de forma inmediata. Si ella quería, podía contactarlos para trabajar con ellos. A Ana le pareció una buena idea y dijo que sí. Juanito no recuerda el momento en que se despidió de Ana y la vio por última vez.
Pero sí recuerda que, finalmente, en 1979, volvió a Suecia junto a su familia. Tenía seis años y hasta los 10 viviría allí.
CASSASUS: Después de un viaje a España donde fue a enseñar a un instituto bíblico, el padre de Juanito decidió mudarse allí con su familia. Pero Maud, la hermana mayor, ya había cumplido 18 años y quiso quedarse en Suecia. Por eso, durante casi una década, la vida de Juanito y su familia transcurriría entre Suecia y España. Esa adolescencia yendo de un lado para el otro a veces lo confundía un poco. Una vez le preguntó a sus padres si él era de Suecia o de España. Y ellos no supieron muy bien qué responderle.
JONSSON: Yo llegué a la conclusión que familiarmente yo era escandinavo y era sueco y socialmente era español.
CASSASUS: Es expresivo, habla con las manos… Bastante afectivo a la hora de relacionarse con otros. Más español o, si se quiere, también más latino. De hecho, cuando Juanito se presenta en algún lado y cuenta cosas de su vida jamás deja de mencionar su infancia en Cochabamba.
JONSSON: Es una parte de mi identidad que yo crecí en Bolivia. Es algo que yo veo como un honor de haber vivido ahí. Bolivia me dio mi nombre, me dio cariño.
CASSASUS: Cuando cumplió los 19 años, Juanito se quedó definitivamente en España. Después se casó y tuvo tres hijos. Y decidió seguir con la vocación de su padre: ser pastor y continuar con su iglesia. Hoy vive en Fuengirola, una ciudad de Málaga, y dirige una Iglesia llamada Next.
Fue por un viaje de su iglesia que en 2017 volvió por primera vez a Latinoamérica. Viajó a Lima para participar de una conferencia y, estando allí, sintió que Bolivia estaba demasiado cerca como para no ir. Como tenía dos o tres días libres, tomó un avión a La Paz.
CASSASUS: Ahí sucedió lo que ya escuchamos al comienzo: de La Paz viajó más de 8 horas en bus hasta llegar a Cochabamba. Y ahí, parado frente a la casa de su infancia, sintió la necesidad de saber qué había sido de la vida de Ana. Pero no tenía tiempo ni mucha idea de cómo encontrarla…. Cuando se fueron de Bolivia, los Jonsson estuvieron en contacto con ella durante un tiempo pero luego le perdieron el rastro y no habían sabido nada más de ella.
Ya de regreso en su casa en España, la idea de Juanito iba y venía en su cabeza de forma intermitente. Y no fue hasta el encierro de la pandemia que empezó a cobrar más fuerza. Revisando álbumes de fotos y recordando con su familia los tiempos en Bolivia decidió que ya era hora de poner en marcha el plan de buscarla. No tenía ningún contacto. No sabía por dónde empezar. Lo primero que hizo fue hablar con su mamá para ver si aún tenía alguna pista de alguien en Bolivia que pudiera ayudarlos. Ella llamó a varios amigos y conocidos hasta que, al fin, encontró un punto de partida.
JONSSON: Y ella después de un tiempo consigue el teléfono de su hijo.
CASSASUS: Se llamaba Daniel y vivía en Yacuiba, una ciudad del sur de Bolivia, a unos 900 kilómetros de Cochabamba, justo en el límite de la frontera con Argentina. Juanito no quiso llamarlo enseguida. Dejó pasar unos días hasta que al fin se animó y marcó el número. Daniel estaba en su tienda de venta de zapatos cuando el celular le comenzó a sonar…
DANIEL HUANCA: Era un número raro porque no era de Bolivia.
HUANCA: Y cuando contesto me dice: “Hola, Daniel, soy Juanito”, me dice. No, no sabía ni qué Juanito era.
CASSASUS: Pero después le dijo el apellido y ahí sí le sonó más familiar.
HUANCA: Entonces comencé a recordar y dije en mi cabeza, dije: “Debe ser ese niño en la foto que aparece”.
CASSASUS: Que aparece en las fotos que muchas veces les había mostrado su mamá. Un álbum con imágenes de la época en que cuidaba a un bebé sueco en Cochabamba, antes de que él y su hermana Verónica nacieran. Incluso alguna vez, cuando Ana supo que se podía encontrar a personas a través de las redes sociales, le había pedido ayuda a Daniel para que buscara a la familia de Juanito. Quería saber qué había sido de ellos y saludarlos. Pero no habían tenido suerte en esa búsqueda.
CASSASUS: En esa llamada, Daniel le contó a Juanito que su mamá también vivía en Yacuiba y que solía vender caramelos en la calle. Que, con sus casi 74 años, a veces tenía algunos achaques, pero que igual quería seguir viviendo sola en su casa.
Con esa información Juanito tomó la decisión que ya se había propuesto: si encontraba a Ana iría hasta allí a verla para darle las gracias por todo lo que había hecho por él.
HUANCA: Ahí me dice Juanito: “Estoy yendo a Bolivia. Y estoy yendo a Santa Cruz”.
CASSASUS: Daniel le dijo que desde Santa Cruz eran como unas ocho horas en bus. “Bueno, estaré ahí entonces. De aquí a unas dos semanas”.
CASSASUS: Antes de colgar, Juanito le pidió a Daniel que por favor guardara el secreto. Quería sorprenderla.
Durante esas dos semanas, Daniel se aguantó las ganas de decir algo. Como la casa de Ana se había inundado con la última lluvia y había cosas desparramadas por todos lados, Daniel le dijo a Ana que quería ayudarla a ordenar todo porque en unos días llegaría una visita de Santa Cruz, pero no le dijo quién. A Ana no le había parecido raro porque tiene muchos familiares y conocidos que viven ahí. Así que no hizo demasiadas preguntas.
En abril de 2022, Juanito tomó un avión desde Málaga a Madrid, luego otro hasta Lima y después uno más hasta Santa Cruz de la Sierra. Estaba feliz pero a la vez ansioso:
JONSSON: Es como una, no sé si llamarlo adrenalina, pero una expectativa de que esto va a pasar.
CASSASUS: Cuando llegó a Santa Cruz tomó un bus junto a otros tres amigos que vivían allí y que lo acompañarían en su aventura. Viajaron toda la noche rumbo a Yacuiba. A las 6 y media de la mañana, Juanito llegó a esa ciudad llena de lapachos, esos árboles con flores blancas, rosas y amarillas que florecen en invierno. Daniel, como le había prometido, lo estaba esperando en la terminal. Lo reconoció apenas se bajó del bus:
HUANCA: Uno ya se da cuenta cuál es el que viene de otro país, porque era alto, blancón y bueno, sin cabello esta vez ¿no?
CASSASUS: Juanito ya había perdido el cabello rubio que Daniel había visto en las fotos de bebé que le había mostrado su mamá. Se saludaron, se abrazaron y empezaron a caminar las dos cuadras que separan la terminal de buses de la casa de Ana.
HUANCA: Me preguntaba Juanito: “¿Dijiste a tu mamá que venía?”, me dice. “No”, le dije. “Ella no sabe”. “¿Y qué le dijiste?”, “Le dije que venían otras personas a verla, solo de Santa Cruz, no de otro país.”
CASSASUS: Esa misma mañana, antes de ir a la terminal, Daniel había pasado por la casa de su mamá y le había dicho que en un ratito llegaría la visita que le había mencionado hacía algunos días. Al igual que Juanito, Daniel también estaba emocionado, feliz:
HUANCA: Sabía que iba a ser una bomba en casa que iba a traer una gran alegría al corazón de mi mamá.
ALARCÓN: Una pausa y volvemos
ALARCÓN: Estamos de vuelta en Radio Ambulante. Aneris nos sigue contando…
CASSASUS: Daniel, Juanito y los amigos caminaron esas cuadras conversando, hasta que, a lo lejos, Juanito vio a Ana. Claro que ya no era la mujer joven que recordaba sino una señora canosa, pequeñita, que barría frente a su casa. Habían pasado más de 40 años desde la última vez que habían estado juntos. Con un pequeño bolso al hombro, Juanito avanzó ansioso el último tramo hasta llegar a Ana.
CASSASUS: Mientras Ana seguía barriendo vio que su hijo Daniel estaba llegando con alguien más. Entonces entró un instante a la casa a dejar la escoba y volvió hasta la puerta. Juanito se acercó hasta ella:
JONSSON: No sé si me reconocés. Yo soy Juanito.
JIMÉNEZ: ¿El que decía Ana, Ana?
JONSSON: El que decía Ana…
CASSASUS: Mientras dice eso, Ana se agacha y estira sus brazos, como imitando el gesto de un niño cuando quiere agarrarle las piernas a un adulto. Luego levanta sus manos al cielo, en señal de agradecimiento, y abraza a Juanito que ya es un hombre que le lleva casi dos cabezas y que se encoge para recibir ese abrazo tan esperado…
JONSSON: Mira, te hemos encontrado.
JIMÉNEZ: Yo me acuerdo de uds. ¡Pasen!
CASSASUS: Ana los invita a pasar a su casa. Entran a la sala que está repleta de cajas y cosas apiladas por todos lados. Es una casa chiquita, de cemento y ladrillos.
Mientras Ana ofrece café, Juanito saca de su bolso un regalo que le ha traído a Ana. Es un álbum con varias fotos.
JONSSON: Mira, es para que tú veas.
CASSASUS: Juanito quiere decirle que son ellos dos, hace más de 40 años, pero no puede terminar la frase porque Ana se quiebra en llanto y lo abraza. Enseguida empieza a compartir sus recuerdos…
JIMÉNEZ: Íbamos a caminar, en bicicleta… Y su gorro tirando por la calle. “¡Mi nana, mi nana!”
JONSSON: Mi nana claro, eras mi nana.
JIMÉNEZ: Así me decías.
CASSASUS: Ana le sigue contando que se había mandado a hacer una silla para la bici para poder llevarlo en sus paseos. Que iban a visitar a algún familiar o a hacer las compras. Que le solía poner un gorrito, pero que él se lo quitaba y lo tiraba a cada rato al medio de la calle. Era una señal de alegría, una especie de código que tenían entre los dos.
Juanito le muestra fotos de su familia, de cómo están ahora:
JONSSON: Esto es toda nuestra familia en la boda de mi hijo. Esta es Maud, Peter y yo y estos son mis padres.
CASSASUS: Ana está conmovida. No se esperaba jamás que esa mañana de abril el que llegaría de visita sería Juanito, su cholo sueco.
JIMÉNEZ: Estoy muy contento para mí es un sueño de tanto tiempo de vernos. Tan bebé que era usted.
JONSSON: Y mira, han salido bien todos…
JIMÉNEZ: Era, era él… siempre…
CASSASUS: Tampoco se imaginaba que su hijo Daniel había sido cómplice de aquella sorpresa con una mentira piadosa:
JIMÉNEZ: Ahora un cocacho voy a dar porque él no me ha dicho de quién quién era…
JONSSON: Claro, no sabías.
HUANCA: Me dijo que no te diga.
JIMÉNEZ: Yo pensé que eran mis paisanos que van a venir.
CASSASUS: Cuando hablé con Ana, seis meses después de que recibiera la visita de Juanito, aún se la notaba emocionada por ese encuentro. Me dijo que fue una sorpresa enorme volver a ver a aquel niño que había criado. Le pregunté si lo había reconocido fácilmente.
JIMÉNEZ: Qué voy a reconocer si ya es casado, con hijos. No era pelón, pobre mi Juanito.
CASSASUS: Juanito, por su parte, se sorprendió al ver la lucidez de Ana. A pesar de todos los años que habían pasado, ella recordaba perfectamente todo lo que había vivido con él: cómo solía jalar de su falda o los regaños que ella tenía que darle cuando hacía travesuras, como cuando se ponía a exprimir el tubo de la pasta de dientes.
Juanito nunca había sabido mucho de la vida de Ana pero cuando empezó a buscarla se enteró de algunas cosas de cómo había sido su vida antes de que llegara a su casa.
Ana nació en Oruro, una ciudad ubicada al oeste de Bolivia, pero de pequeña se fue a Cochabamba. Vivía con sus papás y sus seis hermanos. Pero su mamá murió cuando tenía 13.
JIMÉNEZ: Y mi familia se deshizo todito. Unos se fueron a Cochabamba, La Paz, Santa Cruz, así que nos hemos criado fríos.
CASSASUS: Cursó hasta sexto grado de la escuela y luego se puso a trabajar limpiando casas. Su madre la había educado en la iglesia bautista, otra rama de los evangélicos, y ella siempre había sido muy devota. Un día, en la iglesia a la que iba, conoció a un muchacho que tocaba la guitarra ahí. Pronto se enamoraron y se casaron. Ana aún no había cumplido los 20. Al año tuvieron a su primera hija,Sara, y casi dos años después a la segunda, Pamela. Pero un día Ana recibió la peor noticia: su marido había muerto en un accidente en la obra de la empresa eléctrica en la que trabajaba. A partir de ahí, la vida de Ana comenzó a derrumbarse.
Después de la muerte de su esposo, Ana se quedó sin casa pues ya no le alcanzaba para pagar el alquiler. Entonces se fue con sus hijas a un internado de niños. Trabajaba preparando la comida, pero pronto le dio una neumonía muy fuerte y tuvieron que internarla. En el hospital también constataron que estaba muy mal alimentada y que tenía un soplo en el corazón. El pronóstico de su salud era muy malo. El médico le dijo que estaba desahuciada, que no tenía posibilidades de sobrevivir. Ana solo podía pensar en una cosa: “¿Qué harían sus niñas si ella faltaba?”
JIMÉNEZ: Y los nervios. Los hijos, la preocupación.
CASSASUS: Ellas no tenían a nadie más. Quedarían solas en el internado, sin ella para protegerlas en un lugar que podía ser muy hostil. Tampoco confiaba demasiado en algunas personas que, en teoría, se ofrecían a ayudarla.
JIMÉNEZ: Y los bolivianos venían: “Y yo me la voy a llevar a la Sara”.”Yo me la voy a llevar a la Pamela”. Y yo sé cómo lo tratan. Nunca van a decir: “Es mi hijita”, si alguien pregunta. No. “Es mi criadita, es mi recogidita”. Eso dentro de mí ardía y lloraba.
CASSASUS: Fue entonces cuando recibió una propuesta de parte de unos misioneros suecos que estaban en Cochabamba.
JIMÉNEZ: “Mira, nosotros no tenemos niños”, me dijo.
CASSASUS: Le dijeron que querían adoptar a las niñas y que sería todo legal. Algo dentro suyo le hizo confiar en ese matrimonio sueco y, con un dolor inmenso…..
JIMÉNEZ: Mi corazón dijo “ya”. Yo le acepté.
CASSASUS: Sara tenía tres años y medio y Pamela casi dos.
JIMÉNEZ: Ya no tenía a mi esposo, mis hijos estaba perdiendo, mi vida estaba por perder. Pero en mi corazón había una paz interior.
CASSASUS: Pensó que ese sería el mejor futuro que podría dejarle a sus hijas si ella moría y así fue como empezaron con todos los trámites de adopción. No pudimos confirmar cómo fue exactamente el proceso. En esa época, las leyes no estaban planteadas desde el punto de vista de los derechos del niño y las autoridades tenían cierto margen de libertad a la hora de tomar decisiones.
Ana todavía recuerda muy bien lo que le decía Sara, su hija mayor, mientras les tomaban las huellas dactilares en la estación de policía.
JIMÉNEZ: “Mamita, la Pamela que se quede, ella se hace pis y caca, mamita”. Entonces yo le dije: “Mira hijita, yo estoy mal, estoy enfermo, no puedo cuidarlos. Se van a portar bien, mamita y vos le vas a cuidar”.
CASSASUS: Luego de hacer los trámites en la comisaría, Ana volvió al hospital. Una vez que todos los papeles estuvieron listos y salió aprobada la adopción, el matrimonio sueco partió con Pamela y Sara rumbo al aeropuerto para volar hasta Suecia. Ana no quiso acompañarlos pero se sentó bajo la sombra de un árbol y se puso a mirar al cielo. Recuerda perfectamente aquel día.
JIMÉNEZ: Y los aviones bajaban, subían, bajaban, subían. ¿En cuál se habrán ido? No sé…
CASSASUS: Enferma y sin sus hijas, ese primer tiempo fue muy duro para Ana. Se la pasaba pensando en ellas: ¿Qué estarán haciendo? ¿Las estarán cuidando bien? ¿Estarán felices? ¿Se acordarán de ella? ¿La extrañarán?
Pero un día recibió algo que le dio tranquilidad. El matrimonio sueco había enviado un paquete para ella. Era un álbum de fotos de las niñas.
JIMÉNEZ: Ahí está, feliz con su papá. Está esquiando. Está en el hipódromo. A todas partes jugando con él. Tenía completo su mamá, su abuelita, su papá.
CASSASUS: Tenían la familia que ella no les podía dar. Las niñas conservaban sus nombres, solo habían cambiado el apellido, y al parecer tenían una infancia feliz. Y a Ana eso era lo único que le importaba.
Contra todos los pronósticos médicos, unos meses después de haber dado en adopción a sus hijas, la salud de Ana empezó a mejorar. Cuando estuvo recuperada del todo, empezó a buscar empleo. Como siempre había sido muy activa en distintas iglesias evangélicas y ya conocía a varios misioneros, consiguió trabajo en el colegio sueco de Cochabamba. Fue ahí donde recibió la propuesta de trabajar con la familia de Juanito.
JIMÉNEZ: Entonces me dijeron: “¿No querés tu trabajar con una nueva familia que viene de Suecia? Tienen un bebé”, me dijo. Y yo dije “Bueno”.
CASSASUS: Desde un principio se llevaron bien. Aunque los notaba más fríos y distantes que a la gente de Bolivia, ya estaba acostumbrada a trabajar con otros suecos y le gustaba que fueran ordenados y estrictos.
La familia saboreaba con ganas la comida que les preparaba Ana: las albóndigas, el queque de banana… Y si alguna vez Ana cocinaba algo que no les gustaba, al otro día ella usaba esos mismos ingredientes y preparaba un plato distinto al que ya no podían resistirse. Ana no tiraba nada, todo lo aprovechaba.
Pero su prioridad era Juanito. Apenas lo conoció, sintió algo especial. Era un bebé de lo más tierno y cariñoso con ella. Se sentía feliz estando con él, la ayudaba a olvidar su tristeza.
JIMÉNEZ: Llenó lo que lo había perdido en mi corazón. Lo más lindo.
CASSASUS: Después de estar con los Jonsson, Ana fue a Entre Ríos para trabajar con la familia sueca que le había recomendado la mamá de Juanito. Le pregunté qué sintió al despedirse de ellos:
JIMÉNEZ: Vacío otra vez en mi corazón.
CASSASUS: Ella, tan devota, a veces hasta se enojaba con Dios.
JIMÉNEZ: “Me has quitado a mi esposo, me has quitado dos niños. Ahora lo que me has dado otra vez… ¿Por qué? ¿Por qué?” Así andaba.
CASSASUS: Pero la vida le daría una nueva oportunidad. Después de estar un tiempo en Entre Ríos, Ana se mudó a Yacuiba. Se enamoró, se volvió a casar y tuvo dos hijos más: Verónica y Daniel, a quien ya conocimos. Tiempo después su segundo marido la abandonó. Ana nunca le escondió a sus hijos la historia sobre sus medias hermanas, las que fueron dadas en adopción y que vivían en Suecia. Tampoco hubiera podido. El dolor la acompañó siempre.
HUANCA: Yo creo que en ese momento para ella ha sido muy, muy difícil, ¿no? Porque cuando ella lo cuenta sí la veo muy triste, ¿no? Siempre recuerda eso.
CASSASUS: Una vez Sara, la mayor, volvió a Bolivia y quiso reencontrarse con su mamá. Ana había soñado muchas veces con ese momento, con ver a su hija ya grande, abrazarla después de tantos años. Cuando la saludó…
JIMÉNEZ: No sabía hablar pues nada de español.
CASSASUS: Hablaba sueco. Así que un amigo le hizo de traductor para que ellas pudieran conversar un poco.
JIMÉNEZ: Cuando ha venido ella ha sido tranquila. Quizás por lo que ha sufrido es más callada, más cerrada.
CASSASUS: Es que Ana no ha podido olvidar aquel pedido que le hacía en la estación de policía cuando era pequeña: que su hermana Pamela se quedara porque era aún muy chiquita para separarse de ella.
Sara le había traído fotos del casamiento de Pamela. Y al verlas, Ana, con la intuición de una madre, se hizo una clara imagen de su personalidad…
JIMÉNEZ: Por la foto, me ha mostrado, tiene el mismo carácter de mí. Así, rápido las cosas. Así. Así parece ella.
CASSASUS: Junto con las fotos, Pamela le había enviado una carta.
JIMÉNEZ: Ella me escribe unos cuantos párrafos ahí. Te quiero, mami. Así no, con un cariño.
Entonces dijo Pamela, “yo tengo muchas cartas de ti”. Yo le mandaba, bordaba así cosas típicas. Le mandaba siempre.
CASSASUS: Aquel viaje de Sara fue la única vez, hasta el momento, en que volvería a ver a una de sus dos primeras hijas. Ana no quiere presionarlas. Sabe que si quieren verla o hablar, ellas saben dónde la pueden encontrar.
Cuando Juanito supo toda esta historia, realmente entendió por qué él, aunque era tan chiquito, recordaba a Ana de una manera tan singular. Y por qué ahora, ya de adulto, necesitaba encontrarla para agradecerle todo.
JONSSON: Ahora, cuando conozco la historia, lo entiendo mejor, porque había una conexión entre ella y yo, que no era normal.
Y cuando se dice que me cuidaba como si fuese su hijo, para ella realmente fue así. El sentimiento raro que tengo es que yo he recibido el amor que ellos iban a recibir.
CASSASUS: En total, Juanito pasó solo un día en Yacuiba, suficiente para reconectarse con Ana. Esa misma noche tenía que regresar a Santa Cruz para volver a España. Ana lo acompañó a la terminal de buses. Fueron caminando esas pocas cuadras y Juanito, igual a cuando era un niño, tomó su mano y no la soltó hasta que se subió al bus.
ALARCÓN: Durante el viaje en el autobús, Juanito editó los videos que grabaron sus amigos del reencuentro para enviárselos a su familia. Y luego, ya en el aeropuerto, los subió a TikTok. Para su sorpresa, su post se hizo viral, con más de 2 millones de visitas en pocas horas y con los días alcanzó más de 3 millones y medio de visualizaciones. Ana, brevemente, fue famosa.
Ana y Juanito siguen en contacto, hablando de vez en cuando. Y Juanito ha prometido volver a visitarla en el futuro.
Aneris Casassus es productora de Radio Ambulante y vive en Buenos Aires. Este episodio fue editado por Camila Segura y por mí. El fact-checking lo hizo Bruno Scelza. El diseño de sonido es de Andrés Azpiri, con música de Rémy Lozano, Ana Tuirán y de Andrés
Un agradecimiento especial a Jan-Åke Alvarsson, profesor de Antropología Cultural de la Universidad de Uppsala, en Suecia, y autor del libro “La historia de la Misión Sueca Libre en Bolivia”, a quien también entrevistamos para este episodio.
El resto del equipo de Radio Ambulante incluye a Paola Alean, Nicolás Alonso, Lisette Arévalo, Pablo Argüelles, Diego Corzo, Emilia Erbetta, Camilo Jiménez Santofimio, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Ana Pais, Melisa Rabanales, Laura Rojas Aponte, Natalia Sánchez Loayza, Barbara Sawhill, David Trujillo, Elsa Liliana Ulloa y Luis Fernando Vargas.
Carolina Guerrero es la CEO.
Radio Ambulante es un podcast de Radio Ambulante Estudios, se produce y se mezcla en el programa Hindenburg PRO.
Radio Ambulante cuenta las historias de América Latina. Soy Daniel Alarcón. Gracias por escuchar.
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