Hay que decir que el Tesoro logró una importante adhesión al canje que realizó, incluso por encima de lo esperado por los inversores. En total, refinanció deuda por $ 4,3 billones, que ahora se transformará en nuevos títulos en pesos que vencen en 2024 y 2025. El resultado le permitió al Gobierno sacarse de encima la pesada mochila que representaban los millonarios vencimientos del segundo trimestre, ya que consiguió despejar el 61,5% de los vencimientos totales en pesos.
A medida que avancen en esta nota, los lectores también van a empezar a leer el diario de mañana. Es decir, se van a enterar de la política de shock que arma la oposición para el caso de ser gobierno, con una fuerte devaluación desde el vamos. En este devenir de zozobras económicas, lo grave para el peronismo es que a Massa se le apaga la estrella de candidato.
Pero detrás de las nubes de humo del gobierno, hay otro drama que no se lo puede ocultar debajo de la alfombra: Si Argentina entra este año en recesión, como prevén la mayoría de los pronósticos privados, el gobierno de Alberto Fernández terminará con una pobreza estimada en 37,2%, casi dos puntos porcentuales por encima del nivel que había cuando arrancó en 2019.
Casi medio país pobre, para el peronismo es un estigma que sangrará y le pasará la cuenta durante años. Otro dato a tener en cuenta y que acelera el déficit que pagamos todos, es la caja con la que el Estado financia a los piqueteros, que aumentó un 135% en un año y ya alcanza los $ 14.000 millones. La información surge del sector, que coteja el crecimiento de las transferencias discrecionales que hubo durante 2022 hacia las organizaciones sociales, entre las que predominan los aliados de la Casa Rosada, entre ellos Emilio Pérsico y Juan Grabois, los principales beneficiados. Lo grave, es que este es el dinero discrecional que reciben, va por fuera de las partidas ministeriales que también son voluminosas.
Mientras tanto, el bolsillo de la gente cada vez sangra más. En este contexto, las consultoras que responden al REM del Banco Central estimaron que la inflación de este mes llegará al 6,3%, por arriba del 6,0% de febrero y de enero pasados. Y los más pesimistas pronostican cerca del 7%. En el caso de la consultora LCG, que monitorea la inflación semana tras semana, la medición para las últimas cuatro semanas marcó un 6,8% en el caso exclusivo de los alimentos.
Otras, como la que dirige Orlando Ferreres apuntó a un 9% de inflación de los alimentos en febrero. Todo un récord de la gestión Massa. Hoy la canasta básica está en 200 mil pesos, una suma a la que pocos argentinos acceden.
Otro tema a poner sobre la mesa, es que Juntos por el Cambio (JxC) generó un revuelo al plantear que el Gobierno del Frente de Todos (FdT) iba a dejar una “bomba” en materia económica, a la gestión que asuma el 10 de diciembre. Pero no contemplaron otro escenario posible del diario de mañana que describió sin pelos en la lengua el economista Juan Carlos de Pablo: que la “bomba” explote antes del cambio de gobierno debido a una hiperinflación y que Alberto Fernández y Cristina Kirchner se vayan antes de tiempo.
El economista anticipó: “Los argentinos vamos a llegar a fin de este año muy golpeados" y aclaró que: "En 2015 se le dio al gobierno de Macri un margen de confianza que difícilmente se le repita. El que tenga la ‘mala suerte’ de ganar la elección, tiene que bancarse que la respuesta de cada uno de nosotros no tenga la velocidad que cada uno de ellos quisiera tener”, completó acerca de la usualmente denominado ‘luna de miel’, que suele tener cada presidente durante un lapso, como una suerte de tolerancia hasta que empiece a adoptar medidas.
En relación a la teoría de la bomba económica, De Pablo criticó a la oposición y al oficialismo: “Algunos personajes de la oposición creen que si a este gobierno se le arma un lío fenomenal entonces se ponen a ajustar, y no, entregan la llave ”, y alertó: “ Si acá de repente hay una hiper, Alberto y Cristina llaman a la asamblea legislativa y dicen ‘chau gracias’. A Isabel Perón la rajaron y Alfonsín tuvo que adelantar las lecciones”, reflexionó.
Massa como buen político, aprovecha la situación para intentar sumar réditos adicionales. “Quieren el default para que seamos como ustedes”, es el argumento del contraataque, frente a la crítica de JxC. El cuñado del ministro y director del Banco Provincia, Sebastián Galmarini, fue más incisivo aún: “¡Díganlo sin vergüenza! Quieren que explote el país, no sólo por especulación electoral contra el gobierno. También hacen negocios personales”.
En este escenario, los últimos datos oficiales que reflejan el estado de la economía y las cuentas públicas son contundentes: la actividad entró en una senda de fuerte desaceleración, producto de la escasez de divisas para importar agravada por el gran impacto de la sequía, no sólo en términos de ingreso de dólares sino también en desempeño de la actividad del sector agrícola que representa un motor básico de la economía. En esa dirección, el Banco Central se perderá de recaudar unos dos mil millones de dólares y las economías regionales sufrirán además un fuerte impacto, porque no habrá derrame de los recursos de parte de la actividad productiva.
Economía esquivó hablar del impacto del fenómeno climático en la muestra del campo. Existe terror a que se dispare el tipo de cambio cerca de las elecciones.
En lo que va de marzo el campo liquidó apenas u$s 99 millones, lo que significa la peor cifra para este período desde 2003. La tierra se agrieta y las casas también, la sequía y las escasas ventas de grano por parte de los productores se convirtieron en el combo perfecto que perfila el primer trimestre del año como el de menor disponibilidad de divisas del campo en 20 años.
Por lo tanto, el próximo gobierno debería tener un superávit fiscal del 6,0% del PBI para pagar los intereses de la deuda. Se debería pasar de un déficit primario del 2,4% a un superávit del 6,0% del PBI, para cumplir dicha meta es necesario un ajuste del 8,4% del PBI, algo casi imposible de cumplir. La suma de las dos bombas de pesos totaliza más de 200.000 millones de dólares, al tipo de cambio oficial.
Con semejante herencia, lo que viene será difícil para cualquiera que se haga cargo del Titanic sobre el que navega la economía. En ese marco, uno de los bancos más importantes de Wall Street, el Bank of America (BOFA) envió a una misión a Buenos Aires a fines del mes pasado, con el fin de reunirse con políticos, encuestadores y analistas económicos locales para sondear in situ las chances de una devaluación a fin de año, con el correspondiente fogonazo inflacionario en los primeros meses de la nueva gestión.
Ese salto inflacionario, según lo que recabaron los especialistas, podría llegar hasta 10% y 15% mensual si se produjera un fuerte ajuste cambiario que corrigiera el atraso del dólar oficial, estimado en 20% respecto de valor actual. En esos términos retrataron un eventual escenario de “política de shock” dado que, según sus interlocutores que no reveló, “la oposición entiende que debe actuar rápidamente y que el gradualismo no funcionará”.
En las “notas del viaje” -así titularon los ejecutivos el reporte “Argentina: Trip Notes”-, los enviados del banco mencionan como un escenario posible a futuro una devaluación en el inicio de la nueva administración, aunque destaca que “los controles de capitales son vistos como necesarios por un tiempo si gana un candidato moderado, aunque habría un alivio cambiario en el margen”. En contrapartida, no se obvió mencionar que “candidatos más radicales” proponen un levantamiento de las regulaciones cambiarias más veloz, lo que genera dudas sobre la refinanciación de la deuda en pesos.
Hacer las cosas abruptamente sería lo que se conoce como una política de shock, término que fue acuñado por el economista Milton Friedman. Significa la liberación repentina de los precios y de los controles de divisas, el retiro de los subsidios estatales y la apertura comercial inmediata.
Por lo general, en el concepto está incluida la privatización a gran escala de los activos anteriormente de propiedad pública. Hay que aclarar, que si bien en la historia muchas veces estas políticas tuvieron éxito, en otras circunstancias produjeron consecuencias muy duras, o no pudieron ser sostenidas en el tiempo.
Frente a este cuadro de situación, la gente está decepcionada con este gobierno que no le ofrece una luz al final del túnel. A pocos meses de las próximas elecciones, en las que se pondrán en juego los principales cargos del país, incluida la Presidencia, una reciente encuesta mostró la peor foto para el oficialismo: que el 66,4% de los argentinos votaría este año pensando en un cambio de espacio y de políticas de gobierno.
Así lo revelaron los resultados del último monitoreo de la opinión pública realizado entre el 14 y el 28 de febrero pasado por la consultora Management & Fit, sobre un total de 2200 personas, todas de entre 16 y 75 años de edad y residentes en diferentes partes de la Argentina. En cambio, la continuidad del Frente de Todos, con modificaciones en las políticas, fue apoyado por el 22,2% de los consultados, y solo el 3,5% remarcó que preferiría que continúen tanto el Gobierno como sus medidas.
De acuerdo con este trabajo, la gestión del presidente Alberto Fernández alcanzó en este periodo un nivel de desaprobación del 75,4% a nivel país, mientras que en la ciudad de Buenos Aires esta cifra asciende hasta los 80,1 por ciento.
Por debajo de las napas de la interna oficialista, aunque no lo dirán en público, existe la convicción de que el gobierno de Alberto está agotado. No tiene plan para hacer bajar la inflación, ni para reducir el creciente número de argentinos pobres, ni para hacerle frente a la inseguridad y a los narcos. Es la foto de la nada misma. Hay que empezar a imprimir cuanto antes el diario de mañana para sembrar esperanza.
*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la Universidad Nacional de La Plata. El 22 de noviembre de 2017, el Concejo Deliberante de La Plata lo declaró "personalidad destacada en el periodismo".
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